30 julio 2008

MONSANTO Y SUS PRODUCTOS: EL INFIERNO EN LA TIERRA

(viene del post 'Y LOS TRANSGÉNICOS...')

Pero...¿como hemos llegado hasta aquí?

Pues resulta que en los años 80 una serie de multinacionales agrícolas empezaron a modificar geneticamente semillas y cereales y a patentar cada invento, de forma que ellos controlasen su distribución. Estas empresas son Monsanto, Novartis-Syngenta (también farmacéutica), Dupont, Bayer división científica, Aventis y Dow.
Entre todas destaca Monsanto, porque controla el 91% de las semillas transgénicas de todo el mundo, y realiza una fortísima presión sobre los gobiernos (especialmente de países pobres) para controlar la producción de alimentos y adquirir terrenos con ventaja sobre pequeños agricultores u otros competidores.

A causa de su control y presiones, sus cultivos transgénicos se expanden de forma agresiva por todo el mundo. Monsanto (St Louis, Missouri, Estados Unidos) se presenta a sí misma como un ejemplo medioambiental y la empresa destinada a solucionar los problemas más urgentes de la humanidad. Sin embargo un vistazo a su curriculum pone los pelos de punta.
Monsanto, fundada en 1901 por un químico, empezó fabricando ácido sulfúrico y otros productos altamente contaminantes, y ha estado siempre entre las 10 primeras químicas de E.E.U.U. En 1929 compró la empresa Swan Chemical, fabricante de 'binéfilos policloratos' (PCB), de los que se demostró en los años 60 que eran potentes cancerígenos, y se asociaron a transtornos reproductivos y problemas inmunológicos. Vamos, una auténtica mortaja química que sería prohibida en 1976.

Monsanto se especializó en fabricar pesticidas como el 2-4-5-T, que provocaba en los trabajadores de la fábrica y en los agricultores importantísimos problemas de piel, inexplicables dolores en las extremidades, debilidad, nerviosismo, irritabilidad y pérdida del deseo sexual. Documentos internos demostraron que la empresa sabía que estaban enfermos y a qué se debía, pero mantuvo las pruebas ocultas.

Monsanto envenenó Vietnam.
El herbicida Agente Naranja, utilizado por las tropas estadounidenses para desfoliar la selva vietnamita y dejar al descubierto a los soldados, era una mezcla de potentes herbicidas mezclados procedentes de Dow Chemical y de Monsanto, pero el de éste último había sido reforzado con altísimos niveles de dioxinas para calcinar la vegetación. Por eso Monsanto ha sido el principal acusado en la demanda puesta por veteranos de la guerra del Vietnam, que desarrollaron numerosas enfermedades al quedar expuestos al Agente Naranja.

Aparte de todo esto, el historial de Monsanto es un continuo de procesos judiciales, multas, y escandalosas sentencias que relacionan su actividad y sus productos con numerosos casos de leucemia, cancer, etc. Algunas sanciones de hasta 40 millones de dólares por arrojar productos peligrosos al medio ambiente marcaron un antes y un después en Estados Unidos, poco dado a criticar delitos medioambientales.

En 1995 Monsanto era la quinta empresa de Estados Unidos en el inventario de vertidos peligrosos, con millones de kilos de productos químicos arrojados a la tierra, al aire, al agua y al subsuelo.

Pero Monsanto, esta 'amiga de la naturaleza', también fabrica productos farmacéuticos y no tienen mejor historial que los herbicidas. El producto estrella de Searle, la filial farmacéutica de Monsanto, es el aspartame, un edulcorante artificial vendido comercialmente bajo las marcas Nutrasweet y Equal. Pues bien, en la década de los 80 se confirmó que el aspartame (aún hoy en uso en muchísimos productos alimenticios) podía producir tumores cerebrales y un amplio catálogo de dolencias tales como ataques epilépticos, pérdida de audición y espasmos musculares.

Monsanto también creó una hormona para el crecimiento bovino, partiendo de una proteína vacuna manipulada genéticamente. Tras mucha controversia se autorizó su venta en 1994 y se administró a cientos de miles de terneras del interior norteamericano. El resultado: muchísimos informes de muertes espontáneas entre el ganado, alta incidencia de infecciones en las ubres, problemas metabólicos y de partos, y además, imposibilidad de alejar a las vacas de la sustancia, a la que se habían enganchado. En vez de responder a las cientos de quejas de los ganaderos, Monsanto las silenció y amenazó a pequeñas empresas lecheras de vacas sanas que anunciaban sus productos como 'libres de la hormona artificial'.

Ahora Monsanto se nos presenta como respetuosa con el medioambiente, a pesar de seguir vendiendo semillas genéticamente modificadas y de seguir investigando para tratar de vulnerar en beneficio propio cualquier alimento natural. Le llama biotecnología. Sin embargo su producto estrella sigue siendo un herbicida, que vende en un pack inseparable con las semillas genéticamente modificadas.

Monsanto está detrás, además, de las presiones encubiertas para evitar que se etiquete como transgénico cualquier producto que salga de Estados Unidos con estas características. Los contenedores con soja y maíz transgénicos se embarcan, de este modo, rumbo a Europa sin contener una sola indicación de que han sido manipulados genéticamente y que pueden acarrear efectos secundarios poco estudiados. De esta forma, las empresas alimentarias europeas los compran a bajo precio y sacan mayor rendimiento, llegando sin problemas a las estanterías de nuestros supermercados vulnerando todo control de la estricta Unión Europea.
En Argentina, Monsanto tiene una filial que está sobornando a miles de pequeños agricultores para quedarse con sus tierras de cultivos tradicionales, arrancarlos, y sustituirlos por soja transgénica, algo que tolera abiertamente el gobierno argentino y que está cambiando para siempre muchos ecosistemas, sierras y paisajes.

Con todo esto, son los propios ciudadanos estadounidenses los primeros que han experimentado (sin saberlo) los efectos sobre la salud de los transgénicos, dado que su gobierno ha aceptado sin más los informes parciales de las empresas demostrando la 'inocuidad' de sus productos sobre el ser humano. Escudado en esta inocuidad, el gobierno ha impedido un sistema de etiquetaje que diferencie los productos de origen transgénico de los que no lo son, de forma que el consumidor ni puede elegir ni está informado.
Como les ha ido tan bien, el siguiente objetivo del gobierno yanqui y de sus potentes mafias alimentarias es extender esta política de ocultación en sus productos al resto del planeta. Sin embargo la aparentemente fácil expansión de estos productos se ha encontrado con un obstáculo inesperado: la opinión pública europea, la más formada a nivel mundial en cuanto a peligros de la alimentación. Además los movimientos indígenas y campesinos de muchos países africanos y sudamericanos pretenden frenar, pese a amenazas e incluso asesinatos, la escalada de invasión de los cultivos transgénicos, que ya dominan Argentina, Canadá y otros países de África y Asia.
Pero ahí entra la persuasión norteamericana, ya que su gobierno obliga a los países pobres a aceptar ayuda alimentaria transgénica si quieren obtener medicamentos contra el SIDA.

Actualmente, un puñado de países de la Unión Europea (Francia, Dinamarca, Luxemburgo, Italia, Grecia, Austria y Bélgica) tienen un nivel tan alto de rechazo de los consumidores a los productos transgénicos, que obligaron en 1999 al Consejo de Europa a adoptar una moratoria para conceder nuevos permisos de entrada de transgénicos en Europa. Sin embargo la soja y el maíz ya se habían colado y se siguen importando. Estados Unidos puso una queja formal contra la Unión Europea en la Organización Mundial de Comercio por el portazo que le daban a sus productos transgénicos, argumentando que frenaba el 'libre comercio'. El gobierno Bush también criticó duramente que la UE obligue a indicar en el etiquetado si hay sustancias MG.

La última revisión del Consejo de Europa sobre el tema de los transgénicos, en 2004, acordó entre otras las siguientes cuestiones:
- renovar cada 10 años las autorizaciones ya dadas a los transgénicos (soja y maíz)
- indicar en el etiquetado si un alimento contiene al menos un producto MG (modificado geneticamente)
- indicar en el etiquetado de piensos de consumo animal si llevan componentes MG

Sin embargo, la carne MG o tratada con productos MG no son aún etiquetados.

El gobierno Bush también se encontró con un inesperado rechazo cuando quiso mandar semillas MG a África durante la hambruna de 2002, y muchos países prohibieron su entrada, ya que querían evitar la contaminación de sus bancos de semillas y proteger su biodiversidad. Supieron ser inteligentes y no someterse al chantaje yanqui.

El movimiento antitransgénicos mundial, cada día más extendido y fuerte, persigue la capacidad de decisión sobre la alimentación de cada país, y su soberanía agrícola. Que nadie decida por ellos ni les introduzca elementos externos que nunca han necesitado.
En los últimos años se ha puesto de moda que una región o provincia se declare 'libre de transgénicos', garantizando la salubridad de sus productos y ganando consumidores y turistas. A enero de 2007 ya había en la Unión Europea 172 regiones y 4.500 municipios que se habían declarado 'libres de transgénicos' (en España lo han hecho las regiones de Asturias, País Vasco y Baleares, y las provincias de Palencia y Albacete). El efecto dominó sigue creciendo y otras muchas provincias y regiones están cambiando sus normativas o insistiendo a los agricultores para que cambien sus cultivos transgénicos por otros tradicionales.
Países como Rumania, Hungria o Grecia han prohibido totalmente el cultivo de transgénicos y establecen una vigilancia feroz para prohibirlos, preservando la riqueza histórica de su agricultura.

Y la lucha de los transgénicos, con Estados Unidos como principal defensor y productor, y la Unión Europea como dura atacante y enemiga hostil, continúa.

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